Dejar de alimentar el Ego para dar voz a nuestra Alma.

EL EGO Y EL ALMA

A lo largo de mi vida, en mi propia persona (y mi experiencia en acompañamientos terapéuticos me lo ha confirmado), me he topado muchas veces con una dualidad de la que no siempre somos conscientes: una incoherencia entre la sabiduría de nuestra Alma (la información de lo que es mejor para mí) y nuestras acciones y comportamientos (aquello que no podemos dejar de hacer aunque sabemos que no nos conviene).

Todas las personas tenemos una autobiografía, tanto propia como familiar, en la que abarcamos todo tipo de experiencias y emociones : alegría, ilusión, amor, miedo, ira. Todo lo vivido queda en nosotros, tanto en el plano consciente, como inconsciente y puede generarnos incoherencias entre nuestra sabiduría álmica y nuestro comportamiento terrenal. No debemos perder de vista que somos seres espirituales viviendo una experiencia humana. Profundizar en nuestro autoconocimiento es una puerta de entrada hacia la consciencia álmica.

Una de las partes más problemáticas de nuestro Ser es nuestro carácter Ego: las gafas con las que ves la realidad, tu realidad; la máscara con la que te presentas a la vida, acompañada por un conjunto de patrones, creencias y hábitos, y que ha constituido tu forma creativa de sobrevivir en este mundo. Durante el proceso de autoconocimiento vamos aprendiendo a aceptar nuestras luces y nuestras sombras, trabajando sobre ellas para convertirnos en seres cada vez más auténticos. Conforme va cayendo nuestra máscara va apareciendo nuestra verdadera esencia, conectando con el llamado de nuestra Alma; cuando el Ego va silenciándose podemos escuchar nuestra voz interna, que te guía y te dirige hacia el mejor camino para tu evolución vital.

Cuando nacemos, de inmediato perdemos el contacto con nuestra sabiduría del Alma. Olvidamos todo el conocimiento sagrado para formar parte de la sociedad mundana. Nos reprogramamos con un carácter Ego que nos facilita sentirnos incluidos y pertenecientes a nuestra familia, a la sociedad y al mundo en general.

En algunas personas la parte egoica está híper-desarrollada y acaba dominándolas; ejercen el poder, el control y el abuso de tal forma que pierden totalmente el contacto con su Alma, ya que ésta queda absolutamente arrinconada. El cordón de plata que mantiene unida su parte terrena con su parte álmica se hace tan fino que los mensajes de su Alma quedan reducidos a apenas un susurro, difícil de escuchar. Estas personas pasan por el camino terrenal con muy poco o apenas nulo contacto con lo Superior, perdiendo su esencia espiritual y quedándose en la capa más superficial de la existencia.

Nuestro carácter se construye, por un lado, mediante la relación que establecemos con los miembros de nuestra familia (o nuestros cuidadores) y con nuestros ancestros, que impregnan nuestra memoria corporal y energética; por el otro, a través de la influencia cultural de la sociedad en la que nos ha tocado crecer. Aprendemos patrones a partir de nuestro entorno, y construimos la máscara que nos protege de las dificultades de la vida. Esta máscara, nuestro Ego, aunque nos ayuda a sobrellevar nuestro día a día, también nos otorga una ceguera inconsciente y subjetiva ante la Verdad: interpretamos que nuestra perspectiva es siempre la verdadera. Así, manipula nuestro discurso y visión sobre la realidad para conseguir que nos sintamos aceptados por los demás, al precio de anular nuestra consciencia interna y convertirnos, aparentemente, en autómatas sin corazón.

No nos confundamos: el Ego es necesario, como todos los elementos que conforman nuestro Ser; lo que no debemos permitir es que nos domine, tapando con su fuerza el resto de nuestras capas vitales. Para ello debemos trabajarlo, mediante los recursos adecuados.

Cada uno de nosotros trae en su interior un tesoro de sabiduría, alojado en su Alma. Nuestra Alma siempre trabaja para elevar nuestra conciencia; por ello, cada vez que encuentra una ocasión propicia, ante un conflicto concreto, intenta manifestarse para resolverlo e intentar devolvernos el equilibrio. Esto está muy presente en la Gestalt: lo pendiente y no resuelto queda abierto, restándonos energía y provocando que la vida, una y otra vez, nos traiga situaciones similares (pruebas) para que el aprendizaje se consume y podamos cerrar la herida y sanar.

Todos poseemos una memoria álmica, en la que reside nuestro potencial personal. Observarnos y escucharnos a nosotros mismos es la mejor manera de re-conectar con nuestra esencia, individual y única. Para ello necesitamos aquietar nuestra mente, silenciar nuestros pensamientos superficiales, ya que cuando conseguimos distanciarnos de nuestros patrones aprendidos (las creencias limitantes, el miedo, el dolor familiar pasado de generación a generación) podemos llegar a sentir nuestra Alma, nuestra propia vibración y nuestra fe. La confianza en lo Sagrado nos conecta con una Verdad muy real: la vida es mucho más de lo que tú alcanzas a ver, creer o percibir… hay algo más grande que nosotros que nos sostiene y alienta.

Quedarnos atrapados en lo conocido, en nuestra zona de confort, en nuestras resistencias, en la defensa a ultranza de nuestro Ego, nos aleja de nuestra verdadera identidad. El proceso terapéutico es una herramienta poderosísima a la hora de hacer frente al miedo a lo desconocido y lanzarnos a la senda del autodescubrimiento.

Hacernos responsables de aquellas partes de nosotros mismos que no nos gustan, identificar nuestro sistema de creencias erróneas, analizar los pensamientos negativos que nos invaden y las emociones que nos inundan, es esencial para poder dar el salto hacia lo que hay más allá de nuestros límites de seguridad.

Como terapeuta Gestalt mi misión es acompañarte en la navegación por el mar de las luces y sombras que te conforman y ayudarte a entrar en contacto con el amor natural que todos albergamos en nuestro interior. Trabajo para proporcionarte las herramientas que te permitirán abrirte a lo Transpersonal y confiar en tu intuición, para darte la oportunidad de conocer los recovecos de tu Alma (a través, por ejemplo, de la Lectura de Registros Akáshicos, que nos conecta directamente con nuestra memoria álmica) y, así, ponerte en la dirección correcta para conseguir tu propósito de vida.

Vivimos en una sociedad en la que el Ego se alimenta más que la voz del Alma, tantas veces silenciada… Nuestro trabajo interno debe ser constante, paciente y amoroso, para permitir que esta voz que anida en nuestro interior se haga audible y nos guíe en nuestro viaje. Hay una semilla sagrada dentro de cada uno de nosotros; es nuestra responsabilidad hacer que brote y se expanda…

firma Núria Remus

alma, ego, gestalt, registros akáshicos

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