Divorcio, cuando nuestro tiempo juntos ha terminado
Divorcio, cuando nuestro tiempo juntos ha terminado
Por Núria Remus
Algunas personas se están poniendo en contacto con nosotros para realizar terapia ante la posibilidad de la separación/divorcio que planea sobre la pareja. Este confinamiento está sacando a la luz la sombra en las parejas y la dificultad de muchas para poder encarar todo lo pendiente. Cuando se ha intentado superar las dificultades que existen en el vínculo y se han probado diferentes métodos para seguir estando juntos (acudir a terapia de pareja, pasar más tiempo separados cultivando espacios propios, tomarse tiempos de calidad juntos, trabajar la comunicación, la sexualidad, etc…), y, a pesar de todo, esto no ha servido para volver a sentir el amor profundo en sus corazones, muchas parejas se plantean la separación, romper la relación y continuar caminos distintos, y tienen que enfrentar lo que para muchos será uno de los momentos más difíciles de sus vidas.
Nosotros, como terapeutas, como pareja que fuimos y que vivimos en nuestras propias carnes la experiencia de pasar por todo el trance que comporta un divorcio, sabemos de primera mano que es un proceso difícil, que conlleva mucho dolor para ambos y también para los hijos (que en nuestro caso son dos). Por eso damos mucha importancia a este proceso, ya que es muy importante poder vivir el duelo en todas sus fases. Dependiendo de la forma en cómo cerremos esa relación se verá afectada la relación con uno mismo y con nuestras próximas relaciones y, ¿por qué no decirlo?, nuestro futuro. En nuestro caso, ahora mantenemos un centro de terapia como socios, una amistad y un respeto mutuo que nos ayuda a cuidar y sanar nuestra alma y la de nuestros hijos.
Cuando uno de los dos miembros de la pareja o ambos toman la decisión de divorciarse, de forma consciente o inconsciente surgen patrones negativos por los cuales van tomando distancia y cerrando sus corazones en su vínculo afectivo. Tomar esta decisión es un camino doloroso, pero si lo hacemos de manera consciente y responsable, el proceso de separación será más fácil. Esto no quiere decir que el dolor no va a estar presente, pero si la separación se produce envuelta en la pelea y rabia, ese dolor se intensificará y la pareja puede quedar atrapada en él durante años. En terapia nosotros hemos visto cómo en una ruptura de pareja una o ambas personas pueden quedar ancladas en el rencor, la rabia y el dolor durante mucho tiempo; de ahí la importancia a sanar y atravesar este camino de separación de la mejor manera posible.
Los motivos de separación pueden ser muchos: que el amor haya terminado, que la pareja se dé cuenta de que solo existe cariño entre ambos y nada más, que la pasión haya disminuido a unos niveles en que el contacto es nulo, una infidelidad, la ruptura de la confianza en la pareja, o que haya distintos puntos de vista. No tiene por qué existir solo uno de ellos, sino que pueden ser muchas las circunstancias que nos lleven a tomar esta decisión.
Cuando la convivencia se hace insostenible, y las peleas y las faltas de respeto se convierten en escenas comunes, la pareja se empieza a plantear la separación y comienza a nombrar el divorcio como solución al dolor que viven ambos. En este punto es cuando muchas parejas se plantean la posibilidad de hacer terapia y llegan a consulta; podemos decir que es aquí cuando toman consciencia de la crisis que existe entre ambos.
Y es en esta crisis cuando se abren multitud de incertezas y se pueden despertar angustias en la pareja que ha compartido años de camino de vida, y que en el divorcio ven roto el proyecto de familia, de casa y los planes comunes de futuro.
La etapa posterior a la separación es un momento duro. Se inicia un camino en soledad, donde se ve roto el núcleo familiar y se tiene que aprender a vivir yendo hacia uno mismo. Ésta es una buena salida, que me permite saber qué era mío y qué era del otro, ya que con la convivencia de años a menudo adquirimos patrones, gustos o formas de hacer en la pareja que se adoptan como propios. Poco a poco vamos descubriéndonos en nuestros gustos personales.
Emociones como la soledad, la tristeza y la rabia van a estar presentes, surgen con facilidad, formarán parte de este proceso. Aunque sean difíciles, les tenemos que dar un lugar para poder sentirlas y expresarlas. También pueden aparecer los patrones de abandono, de maltrato psicológico en algunas ocasiones, depresión, sensación de traición si uno es dejado a causa de una tercera persona, de engaño… Además de haberse roto la familia y la cotidianidad en todos los sentidos, el proceso de duelo entra en juego, y es importante dejarnos abrazar por él y no llenar este vacío con otras posibles relaciones amorosas, o con drogas o alcohol, etc. No mirar hacia otro lado es fundamental en este momento. Hay que hacer frente a la nueva realidad que toca vivir, con todos los sentidos puestos y despiertos a la consciencia.
A menudo, en terapia nos encontramos con la dificultad de acompañar en procesos terapéuticos a mujeres que están muy enfadadas y dolidas por la traición, y lo que necesitan es devolver el dolor o el daño al padre de sus hijos, motivadas por obtener una supuesta paz en su interior. Sin embargo, a la larga hacerse daño solo perjudica a los hijos, y ellos no merecen esta guerra que puede desencadenarse a partir del divorcio. Sentir rabia es natural; hay que tomar conciencia para poder canalizarla sin destruir más de la cuenta o jugar con los hijos como moneda de cambio.
Para nosotros fue muy doloroso, no solo nuestro proceso individual, sino el dolor de nuestros dos hijos. Teníamos que sostenernos a nosotros mismos y a la vez sostenerlos a ellos; por eso recurrir a ayuda externa puede ser algo muy importante. Los que hemos tenido esta experiencia lo sabemos muy bien.
El dolor y la tristeza que se abren en el corazón por haber perdido a la persona amada, aquélla con la que compartíamos intimidad, proyectos y sueños, merecen ser atendidos. El divorcio es un duelo, así de claro, que para algunos es de meses y para otros de años; tendrá que ver con el carácter que tengamos y también con el vínculo que se haya creado con la persona de la que nos estamos distanciando.
A la hora de traspasar un divorcio, pasamos por diferentes estadios.
Uno de ellos nos confronta con el lugar que vivimos. Si nos quedamos en la casa donde manteníamos la relación, seguramente será bueno hacer cambios estéticos: quizás toca limpiar, tirar cosas que ya no sirven, pintar, etc. Hacer el esfuerzo de cambiar el exterior puede ayudarte a tener un espacio renovado y hacerte sentir que estás creando algo nuevo y sano para ti.
También es importante reencontrarte contigo mismo/a. ¿Qué quieres hacer?, ¿cómo estás?, ¿en qué estás? Aceptar tus emociones, buscar apoyo en amigos, pasar tiempo con tus seres queridos. Es un buen momento para hacer terapia y así poder emprender un viaje hacia ti mismo/a. Darte cuenta de que de tus patrones han contribuido a que el matrimonio no prosperase y hacerte responsable de lo que tú construiste en la relación es un paso muy importante para después no repetir los mismos errores en futuras relaciones. Recuperar la confianza propia, estar en paz contigo mismo, con tus tempos, con tus aficiones, tus gustos, tu tiempo, tus amistades. Encontrar un equilibrio para ser yo otra vez, sin el “nosotros”.
Aunque le des muchas vueltas a la cabeza sobre cómo será la ruptura o leas sobre el divorcio, pasar por la práctica de la vivencia propia es fundamental. Nadie está preparado, ni sabemos qué harás, o cómo te afectará. Cada caso, cada persona y cada pareja es única. Se presenta ante uno un cambio enorme, y a nuestra psique le cuesta un tiempo saber integrar y admitir que esa persona que era nuestro compañero/a de vida se está alejando. Y a veces ocurre que, en un intento por volver a recuperar lo perdido, entramos en un juego de bucle que se puede alargar meses o incluso años, y que nos acaba dañando a muchos más niveles.
A menudo es necesario un mínimo de rabia/enfado para romper el vínculo que se había establecido, hay parejas que se separan como amigos. Esto es positivo, pero quizás la distancia durante un tiempo es necesaria y sana para cicatrizar las heridas que se abren ante la pérdida. Después de unos años desde que nosotros nos divorciamos, podemos decir que esas heridas han ido cicatrizando y sanando, y que ahora podemos mirar y honrar lo que fuimos para así tomar lo que somos ahora y a las nuevas parejas que conforman nuestras vidas en la actualidad.
Durante un tiempo vivimos nuestra ruptura como un fracaso, pero ahora lo entendemos a través de una nueva mirada, ya que no supimos hacerlo mejor, no teníamos la conciencia, ni las herramientas, ni la sanación familiar para no seguir en nuestros patrones. Desde el aprendizaje al que hemos llegado a día de hoy sabemos que: engañar a tu pareja es fracasar, engañarte a ti también, hacer ver que sois la pareja perfecta es otro engaño en la sociedad actual, estar en dependencia y no crecer significa quedarse atrapado y no evolucionar, seguir en el dolor de un matrimonio donde no se encuentra la salida hacia el amor es seguir perdiendo ante la vida, fracasar, perder, sostener… se paga un alto precio por mantener un ideal de familia. Encontrar la fuerza para separarse y seguir avanzando por la sanación propia y familiar supone un gran respeto por ti, por los hijos, por la vida y por el amor.
Núria Remus
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