Eligiendo el camino de la responsabilidad
La inestabilidad psicológica es un signo visible en nuestro presente. Si eres observador podrás encontrar cerca de ti personas enfadadas con el mundo, con miedo, con ansiedad. Se ha disparado el consumo de ansiolíticos y antidepresivos a niveles elevadísimos. Según la Organización Mundial de la Salud, la depresión será en el año 2020 la segunda causa de incapacidad laboral. Disculpadme pero no puedo evitar lanzar así, a bocajarro, una alarma social que me gustaría que incitara a una profunda reflexión: ¿Qué nos está pasando? ¿Hacia dónde nos empuja la sociedad, el sistema?.
En los últimos tiempos me he sentido privilegiada al recibir en consulta a personas de 70 años en busca de terapia, preguntándose qué han hecho con su vida. Una de las frases que más escucho es: «He vivido dormido/a». En el extremo, adolescentes de 18 años vienen solos al centro buscando respuestas internas. No deja de sorprenderme, estaba acostumbrada a unas edades entre los 25 y los 60 años más o menos. Para mí, este aumento en la franja de edad no deja de ser un termómetro del nivel de miedo y ansiedad que estamos viviendo.
La sociedad no deja de ser un espejo donde se refleja nuestra conducta y siento que el liderazgo real nos corresponde a los ciudadanos de a pie. Claudio Naranjo, ya hace tiempo que viene trabajando y gritando al sistema la necesidad de un cambio en la educación. Su libro “Cambiar la educación para cambiar el mundo» habla de ello. Todos somos conscientes a estas alturas. Como decía Confucio: «Un caballero se avergüenza de que sus palabras sean mejores que sus actos». Y yo me pregunto:
¿No deberíamos como adultos dar ejemplo a todos los niños que están creciendo en estos momentos ante una sociedad enfermiza?
¿No deberíamos trabajarnos nuestros problemas interiores, afrontar nuestros miedos y frustraciones y dejar de tomar «pastillitas» que anestesian nuestras mentes?
¿No deberíamos como padres y maestros trabajarnos para ponernos delante de los niños?.
El pasado día 20 de marzo, Gaspar Hernández estuvo en las conferencias de «El repte de ser persona avui» que se celebran en Granollers, y abrió el tema sobre la necesidad de un cambio en el sistema de la educación. Entre los presentes, destaco la intervención de un profesor, quien planteó cuál puede ser la educación de valores y competencias de un niño que durante años, la máxima que recibe es: “Calla y siéntate”. Me encantó la intervención, aunque no pude verle la cara, sus palabras resuenan dentro de mí con pasión y con enfado contra el sistema. A la vez, sé que en casa no estamos eximidos de obligaciones y que los máximos valores en la infancia se reciben dentro de las paredes familiares. Como madre y terapeuta, como persona que vive las consecuencias de la infancia diariamente en las horas de trabajo acompañando a tantos adultos, después de ver el dolor que produce la ceguera en el ser humano, me pregunto: ¿¿POR QUÉ?? ¿Por qué nos interesa más calmar nuestro dolor con una pastilla, que hace más rica a la industria farmacéutica y adormece nuestra consciencia?. ¿Por qué no se trabajan desde pequeño, en casa y en las escuelas, las emociones, las relaciones y sus consecuencias?. Siento que de pequeña me enseñaron mil cosas inútiles en la escuela y salí analfabeta emocional. Como no le preocupó ni a mi familia ni al sistema, ¿por qué nos extrañamos que el Yo no sea noticia y que a un elevado tanto por ciento de la sociedad no le interese el trabajo personal y siga con la cultura del tener, del éxito exterior, del aparentar, del esconder?.
Por favor, deja de ser tan diplomático y sé más sincero contigo mismo, ya que probablemente eres tu mayor gran desconocido. No nos enseñaron de pequeños a gestionar nuestras emociones. Si escoges la responsabilidad del camino interior probablemente va a doler, reconocerte en aspectos que no te gustan, reconocer tu ceguera, reconocer la neura social, PERO – y aquí sí me permito un pero, queridos compañeros gestaltistas- serás más libre: libre de las proyecciones, libre de introyectos y creencias que tanto nos duelen a todos para poder confiar en nuestras posibilidades, en nuestras habilidades y dones, en nuestros recursos. Mientras no hagamos un cambio interno personal no es justo exigir al otro. Quedarnos anclados en el papel de víctimas nos impide aprender, crecer y transformarnos. Para algunas personas es doloroso reconocer que son los responsables de sus propios sentimientos, así como de la forma en que están gestionando su propia vida. Por ello existen las resistencias y el miedo a mirar en su interior y buscan la evasión constante y el entretenimiento para llenar la ansiedad que produce el vacío interior.
Quién soy yo para juzgar si no me doy cuenta de mí misma. El otro día, una persona me comentó: «Esto que promueves es una fantasía, el ser humano es un comodón, no querrá despertar». Lo siento, quiero mantener vivo mi esfuerzo y la actitud de mirar hacia mí y reconocer, algunas veces con más facilidad que otras, mis propios errores. Y no tendré miedo de enseñar mis dos caras, para acompañar al otro a reconocer las suyas y vivir con más gratitud, felicidad y tranquilidad. La vida se construye día a día, y se construye despierto. Como decía Galileo Galilei: «La mayor sabiduría que existe es conocerse a uno mismo». No esperes a que un golpe fuerte te haga despertar, puedes hacerlo aquí y ahora.