La pareja y la dependencia
La pareja y la dependencia
En este apartado voy a realizar una breve mirada a los cambios producidos en nuestra historia a nivel sociocultural.
En la sociedad preindustrial, el matrimonio no era tanto una unión entre dos personas como la unión entre dos familias o poderes. No existía libertad en la elección de pareja, no había lugar para los sentimientos de amor.
Las posibilidades de casarse iban ligadas a los criterios de procedencia, rango, patrimonio, origen de casta, etnia o religión. Muy poco tenía que ver con el amor: la gente se casaba para seguir el sistema familiar, seguir con la base económica y de rango social. El matrimonio era una sociedad ganancial y aseguraba el patrimonio de los futuros herederos.
Es común en la actualidad escuchar a personas contar su historia familiar y narrar cómo
los abuelos, o incluso todavía algunos padres se unieron en matrimonio en estas condiciones.
Las tradiciones del momento dejaban poco margen para los deseos personales y, en caso de que hubiera conflicto interno, este se reprimía rigurosamente.
Esta forma de unión entre dos personas buscaba seguridad, estabilidad e intentaba dar apoyo al matrimonio, influyendo al mismo tiempo de diferentes formas en el control social.
El hombre y la mujer habían aprendido costumbres e introyectado normas, reglas de vida en común muy parecidas, así que las expectativas de cada uno quedaban atrapadas en las bases de las familias de origen. Y este sistema de valores dejaba a la mujer en una situación de absoluta dependencia y supeditación al marido. Como comenta Mireia Darder en su libro Nacidas para el placer,“el patriarcado la sume en la necesidad deser protegida por un hombre, ya que por sí misma no puede defenderse, hacer las cosas y tampoco valerse”.
Esta mentalidad deja a la mujer en un papel pasivo, ya que su principal función, a parte de la de ser esposa, es la de dar vida y cuidar a los demás. Desde este lugar, la dependencia en la mujer es una condición de la cual no puede escapar: “La dependencia marcaría aquí la subjetividad de las mujeres, cuyo sentido de la vida y cuyos límites personales están en las otras personas y en los otros” .
Lo que sucede es que en la polaridad masculinofemenino, a la mujer solo se le permite desarrollar la parte más femenina teniendo que reprimir la masculina, aquella que le permitiría conectar con la rabia y con la capacidad de modificar las cosas.
Con la modernidad, llegan cambios a todos los niveles, tanto de trabajo como de la visión del matrimonio. El clan familiar va perdiendo fuerza paulatinamente y se refuerza el derecho de las personas a decidir lo que les concierne en su relación de por vida. Esto no se produce de forma arbitraria, sino dentro del marco social, de la procedencia, del patrimonio y de la religión. Incluso el amor romántico sigue ligado a escondidas a las normas sociales.
En este contexto se crea un nuevo paradigma y, con él, la búsqueda de la propia felicidad personal. Se va abriendo la posibilidad de poder unirse a través del amor o del enamoramiento y la unión hombremujer organizada por otros va perdiendo fuerza.
Pero todos sabemos que los cambios de conciencia a menudo producen resistencias, así que el cambio se reproduce en distintos tiempos.
Sin embargo, estos cambios han dado lugar a una situación paradójica: ahora ya no están tan claras las funciones y los roles que debe de ejercer la pareja dentro de su relación. Además, se ha producido una pérdida del rol masculino y femenino, la cual no ha dejado de crecer hasta nuestros tiempos.
En la sociedad que vivimos, en permanente movimiento, cambio y transformación, es natural haber perdido el sentido de las relaciones y este hecho tiene repercusiones en los vínculos afectivos. Así, la unión en el amor se ha convertido en un espacio vacío donde la pareja tiene que aprender nuevos valores, donde pueden nacer nuevas formas de convivencia y construirse un modelo propio. Y como todo movimiento que no sabemos adónde nos llevará, pasa por una etapa de vacío e incertidumbre, que para mí podría compararse al vacío fértil: para que nos llegue lo nuevo, pasamos por sostener un vacío tras la muerte de lo conocido. Y así, dentro de cada uno, surgirá un nuevo modelo. Parece ser que lo nuevo lo encontraremos dentro de nosotros mismos y hay que ir abriendo la mente, se nos abre infinidad de modelos ante nosotros y las relaciones efectivas, abriéndonos así a un cambio importarte para dar paso a lo nuevo.
Gracias, Gracias, Gracias
Si vas a utilizar este texto te agradeceré que indiques la autoría, ya que hay un tiempo y una energía propia en él.
Seguimos…
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